Una de las camisetas era su regalo, y la otra era para mí, porque yo visto de Emidio Tucci. Así que llamé a varios Cortes Ingleses de Madrid, pero ¡¿os podéis creer que en todos ellos estaban agotadas?! '¡Mecagoenlá!' -me dije-. Menos mal que al final tuve muchísima suerte y encontré uno en Ávila donde sí quedaban.
Y pallá que me fui, con dos cojones, en mi Seat 600. Con embargo, por delante me esperaba un viaje plagado de sorpresas...
SEÑALIZACIÓN CONTRADICTORIA

La primera problemática vino al entrar en un municipio de la provincia abulense. Como veis en la foto que tomé del lugar, ahí no había ni medio abuelo, pero es que además... estas dos señales de tráfico casi provocan que tuviese un accidente. ¿En qué quedamos, se puede ir aveinte o a 50? Sin duda, en este pueblo deben de ser todos bastante lentos.
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Al final fui a la velocidad que me dio la gana, pero pronto empezáronme a rumiar las tripas. Conque aparqué (amenacé no, oiga, aparqué) donde buenamente pude, antes de toparme con un carromato en el que vendían condumio. Pero cuál fue mi respingo al detenerme a leer tan revelador cartel. Definitivamente pasé de aquellas patatas, y aturdido por la hambruna, retomé el rumbo.
OFERTA INSUPERABLE

Por fin, arribé a El Corte Inglés de tan recóndito paraje, sin atisbar que la meta de mi destino aún me deparaba un infausto imprevisto. 'Me cachis en la puta' -espeté-. Tan incauto soy que no reparé en que estaban en plena semana de REBAJAS. Y claro, dado que sólo llevaba 12 euros en el bolsillo, al final tuve que volverme a Madrid con una sola camiseta.
En efecto, mi nieto se quedó sin su regalo de Comunión.
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